Romper la hora es mi trabajo. Esperar de año en año guardado en tu cámara, deseando cada año –con más ganas si cabe- el ansiado momento de la ceniza en tu frente. Sé entonces que vendrás de la iglesia corriendo –como cuando eras niño- y subirás cual huracán buscándome entre los libros viejos, entre los juguetes olvidados, y allí estaré yo esperando abrazarte un año más. Sabes que opondré resistencia al principio –mis tornillos ya no son los de entonces, pero tú tampoco lo eres- y entonces cederé, mi piel chirriará una vez más y tensaré mi alma hasta darte ese sonido que a ti te gusta. No quedarás contento a la primera –siempre eres más exigente conmigo que con tus otras cosas- pero poco a poco llegaremos a un acuerdo: mis palillos se agarrarán a tus callos, mis bordones tensarán los aros como clavos en la cruz a unas manos, mi piel se volverá como el viento que golpea las ventanas de tu cuarto, y solo entonces quedarás en dicha por lo que yo te ofrezco a cambio de tus ilusiones. Ahora ya no tengo miedo tamborilero, que año a año te desgastas, ya tengo quien me haga rugir cuando a ti te falten las ganas.
Cada año más fuerte, si cabe
reventaré tus entrañas
como rompe cada día el sol
el hielo de la escarcha.
Y en la lejanía haré oír tus roncos
bramidos negros del alma,
con palillos de viejo tronco
de oliveras centenarias.
Tambor que todo lo pides y das
que nos agotas y ensalzas
este año manos nuevas como brotes
se preparan tu batalla
Que ya me pide mi vástago, nervioso
que le ceda, la vieja túnica morada.
Pity. Semana Santa 2013
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